tocar sus manos no desangra los estanques
el amor no, está bien, no quiere hablar con nadie
solamente una amable lectura sobre la tierra
sólo conduciéndose y no sé hacia donde
el suelo se levantará, derribando a la muerte, como una loca salvación
su hemana, inocente saurio, me rondaba
yo, el pueblo, adoraba sus alas
el abuelo de cabellos gastados
baja la perdida grada de un sueño
con los pasos sordos que se han llevado esta piedad
no tan mala ni tan insufrible
como mi querida Patricia
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